Cuentan las crónicas que tras la caída de Khazad-dûm y su posterior ocupación por parte de los orcos era tal el dolor entre los descendientes del pueblo de Durin que incluso muchos enanos optaron por no volver a pronunciar el nombre de su hogar de antaño. Por eso, movidos por una extraña mezcla de dolor y verguenza, se adoptó el nombre de Moria (tomado de los elfos) para denominar al antaño esplendoroso mayor reino de los naugrim.
Moria era sinónimo de melancolía, derrota y orgullo. Y rapidamente se extendió la creencia de que sólo reconquistando aquel lugar podría restablecerse, de algún modo, el honor de todo el linaje de Durin. Por lo que junto al deseo de venganza fue creciendo otro de perentoria necesidad de volver a ocupar el lugar que les correspondía en el mundo a las criaturas de Aulë.
Venganza y destino. O también, volver a lo que era justo y estaba escrito.
A este objetivo casi mítico, el sueño del "restablecimiento del orden" o de lo correcto (muy parecida a la búsqueda de los propios elfos), pronto se vendrá a unir uno mucho más mundano de corte estratégico. Controlar Moria significa controlar el paso más rápido y seguro entre las dos vertientes de las Montañas Nubladas. Más allá del Paso Alto, rápidamente copado por los trasgos y los inquietos gigantes, el único modo de poder mantener una cierta comunicación entre Lórien y Rivendel (para los eldar) y Erebor y las fortalezas enanas de las Montañas Azules (para los enanos), pasaba por lograr reabrir de algún modo la antigua ruta subterránea que en tantas ocasiones sirvió en la Segunda Edad.
Pero ¿bastaba con una campaña militar o, por el contrario, Khazad-dûm se había convertido en un lugar más allá de cualquier atisbo de recuperación por manos mortales? La guerra en la antigua ciudad enana ¿sería entre orcos y elfos y enanos o supondría hacer frente a fuerzas no vistas en el mundo desde la ya olvidada Primera Edad del Sol?
Los grandes líderes elfos comprendieron rapidamente que cualquier misión en este sentido estaba condenada al fracaso. En su poder aún tenián los "medios" para poder hacer frente a la oscuridad y el fuego que se habían enseñoreado de Moria, pero dedicar esos recursos (y desvelar esas armas) pondría en entreaviso a fuerzas aún más peligrosas (Sauron y sus sirvientes, los nazgul) y debilitarían enormemente sus ya mermadas fuerzas. No, desde Lórien y Rivendel no llegaría la reconquista de Moria.
Por más evidentes razones los hombres ni siquiera llegaron a plantearse hacer frente al reto de reabrir el bastión enano. Demasiado al norte de sus rutas cotidianas, y con un poderoso aliado (Saruman) vigilando el paso del río Isen. Sería muy tarde, en los albores de la Guerra del Anillo, cuando se diesen cuenta en Gondor de que haber puesto en manos del Mago Blanco el centro de sus comunicaciones con el norte fue un terrible error estratégico. Pero aún sabiendo eso con tiempo era imposible (técnica y tácticamente) que una fuerza compuesta por dúnedain hubiese podido hacer frente a las huestes de orcos de Moria.
Así pues todo quedaba en manos de los enanos. Si querían venganza y recobrar lo que por derecho era suyo deberían ir a la guerra solos, confiando en sus fuerzas y exponiéndose a desaparecer de la faz de la tierra en caso de fracasar. Y, como no podía ser de otro modo, los enanos fueron a la guerra...
Si quieres sabes como sigue la historia ¡¡¡apúntate a la III Mereth Bizar Barazimbaru!!!
Moria era sinónimo de melancolía, derrota y orgullo. Y rapidamente se extendió la creencia de que sólo reconquistando aquel lugar podría restablecerse, de algún modo, el honor de todo el linaje de Durin. Por lo que junto al deseo de venganza fue creciendo otro de perentoria necesidad de volver a ocupar el lugar que les correspondía en el mundo a las criaturas de Aulë.
Venganza y destino. O también, volver a lo que era justo y estaba escrito.
A este objetivo casi mítico, el sueño del "restablecimiento del orden" o de lo correcto (muy parecida a la búsqueda de los propios elfos), pronto se vendrá a unir uno mucho más mundano de corte estratégico. Controlar Moria significa controlar el paso más rápido y seguro entre las dos vertientes de las Montañas Nubladas. Más allá del Paso Alto, rápidamente copado por los trasgos y los inquietos gigantes, el único modo de poder mantener una cierta comunicación entre Lórien y Rivendel (para los eldar) y Erebor y las fortalezas enanas de las Montañas Azules (para los enanos), pasaba por lograr reabrir de algún modo la antigua ruta subterránea que en tantas ocasiones sirvió en la Segunda Edad.
Pero ¿bastaba con una campaña militar o, por el contrario, Khazad-dûm se había convertido en un lugar más allá de cualquier atisbo de recuperación por manos mortales? La guerra en la antigua ciudad enana ¿sería entre orcos y elfos y enanos o supondría hacer frente a fuerzas no vistas en el mundo desde la ya olvidada Primera Edad del Sol?
Los grandes líderes elfos comprendieron rapidamente que cualquier misión en este sentido estaba condenada al fracaso. En su poder aún tenián los "medios" para poder hacer frente a la oscuridad y el fuego que se habían enseñoreado de Moria, pero dedicar esos recursos (y desvelar esas armas) pondría en entreaviso a fuerzas aún más peligrosas (Sauron y sus sirvientes, los nazgul) y debilitarían enormemente sus ya mermadas fuerzas. No, desde Lórien y Rivendel no llegaría la reconquista de Moria.
Por más evidentes razones los hombres ni siquiera llegaron a plantearse hacer frente al reto de reabrir el bastión enano. Demasiado al norte de sus rutas cotidianas, y con un poderoso aliado (Saruman) vigilando el paso del río Isen. Sería muy tarde, en los albores de la Guerra del Anillo, cuando se diesen cuenta en Gondor de que haber puesto en manos del Mago Blanco el centro de sus comunicaciones con el norte fue un terrible error estratégico. Pero aún sabiendo eso con tiempo era imposible (técnica y tácticamente) que una fuerza compuesta por dúnedain hubiese podido hacer frente a las huestes de orcos de Moria.
Así pues todo quedaba en manos de los enanos. Si querían venganza y recobrar lo que por derecho era suyo deberían ir a la guerra solos, confiando en sus fuerzas y exponiéndose a desaparecer de la faz de la tierra en caso de fracasar. Y, como no podía ser de otro modo, los enanos fueron a la guerra...
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